EL PANTOJISMO EN NUESTROS HIJOS

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En los últimos años ha surgido un término curioso pero muy gráfico: el pantojismo. Inspirado en la imagen mediática de Isabel Pantoja y su relación con sus hijos, se utiliza para describir un estilo de crianza marcado por la hiperprotección y la proyección de sueños de grandeza sobre los hijos.

Más allá de la anécdota, el concepto refleja una tendencia muy presente en la sociedad actual: padres y madres que, con la mejor intención, intentan evitar cualquier sufrimiento a sus hijos y, al mismo tiempo, los colocan en un pedestal como si estuvieran destinados a ser alguien “único y especial”.

En este artículo vamos a explorar qué es el pantojismo, cómo se diferencia de la hiperprotección, cuáles son sus consecuencias y qué podemos hacer como familias para criar de una forma más sana y equilibrada. Aquí tienes el enlace a Onda Cero.

¿Qué es el pantojismo?

El pantojismo se entiende como una mezcla de sobreprotección y dramatización en la crianza. No se trata solo de evitar que el hijo se enfrente a problemas, sino de proyectar en él las ilusiones y expectativas de los padres, a menudo relacionadas con el éxito, la fama o el reconocimiento social.

Un ejemplo típico es el de padres que insisten en que su hija será bailarina profesional y organizan toda su vida en torno a ello, o que muestran a su hijo en redes sociales como si fuera una pequeña celebridad. En ambos casos, el niño o adolescente crece bajo la idea de que su valor está ligado a cumplir con ese rol.

¿Por qué en antena hemos dicho que no nos gusta el término?

Aunque el nombre “pantojismo” pueda sonar gracioso, lo cierto es que puede banalizar un problema real. La sobreprotección y la proyección de expectativas tienen un impacto profundo en el desarrollo emocional de los hijos. Restarle importancia con un término llamativo corre el riesgo de ocultar la seriedad de estas dinámicas familiares.

Consecuencias en los hijos

Los jóvenes que crecen bajo esta dinámica suelen presentar:

  • Falta de autonomía: les cuesta tomar decisiones sin el visto bueno de sus padres.
  • Autoestima frágil: se preguntan si valen por sí mismos o solo por lo que representan.
  • Miedo al fracaso: al no haber tenido experiencias de error, no saben cómo manejar la frustración.
  • Conflictos en la adolescencia: rebeldía, ansiedad o problemas de identidad, porque el adolescente necesita diferenciar lo que quiere de lo que se espera de él.

Consecuencias en los padres

El pantojismo no solo afecta a los hijos: también genera estrés en los propios padres. Al querer controlarlo todo, viven en una alerta constante y sienten que cualquier error de sus hijos es un fracaso personal. Cuando llega la adolescencia y los hijos reclaman independencia, muchos padres perciben que pierden el control y aparecen choques frecuentes en la relación familiar.

Un reflejo de nuestra sociedad

Este fenómeno no ocurre en el vacío. Vivimos en una sociedad donde la presión por “ser perfectos” es muy fuerte: niños brillantes, futuros prometedores, éxito académico y social. A esto se suma la exposición en redes sociales, donde algunos padres presentan a sus hijos como auténticos trofeos. Todo ello alimenta el caldo de cultivo perfecto para el pantojismo.

¿Qué podemos hacer para evitarlo?

Si algún padre o madre se reconoce en esta descripción, lo importante no es culpabilizarse, sino actuar de manera diferente:

  • Escuchar a los hijos: interesarse por lo que ellos realmente quieren, no solo por nuestros sueños.
  • Dar espacio al error: permitir que se equivoquen y aprendan de la frustración.
  • Modelar autonomía: mostrar con el ejemplo que equivocarse y levantarse es parte de la vida.
  • Acompañar sin dirigir: estar presentes como guías, no como directores de su vida.

Conclusión

El pantojismo es más que un término curioso: es un espejo que refleja hasta qué punto la sobreprotección y las expectativas desmedidas pueden dañar a nuestros hijos. Educar no significa fabricar estrellas, sino criar personas autónomas, capaces y felices.

Como siempre, la información no debe servir para asustar, sino para tomar conciencia y actuar. Porque la mejor manera de proteger a nuestros hijos es darles las herramientas para enfrentarse a la vida por sí mismos.

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