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Lesiones frecuentes en adolescentes: cómo reconocerlas, prevenirlas y saber cuándo preocuparse
Durante la adolescencia, el cuerpo se convierte en un auténtico laboratorio de cambios: los huesos crecen rápido, los músculos intentan ponerse al día, las hormonas hacen su trabajo… y, en medio de todo esto, nuestros hijos quieren correr, saltar, competir y probarse en el deporte. No es raro que aparezcan dolores en rodillas, talones o espalda y que como padres nos preguntemos:
“¿Será normal? ¿O debería llevarlo al médico?”
Para responder a estas dudas, hemos repasado con el traumatólogo Carlos Recio las patologías traumatológicas más habituales en la adolescencia, por qué aparecen, cómo cuidarlas en casa y cuáles son esos síntomas de alarma que nos deben encender las señales de “stop”.
La espalda que se curva: escoliosis en la adolescencia

La escoliosis es una curvatura anormal de la columna que a veces pasa desapercibida hasta que un padre nota que “un hombro parece más alto que el otro”. Puede ser leve y solo necesitar vigilancia, o más marcada y requerir corsé o, en raros casos, cirugía.
Lo importante es detectar a tiempo: revisa la espalda de tus hijos cuando crecen de golpe, especialmente si practican deportes de impacto o cargan mochilas pesadas. Una revisión temprana evita complicaciones futuras.
El talón que duele al correr: Enfermedad de Sever

Imagina que tu hijo vuelve del entrenamiento y se queja de dolor en la parte de atrás del talón. No ha habido ningún golpe, pero cada vez que corre o salta duele más. Probablemente estemos ante la Enfermedad de Sever, una inflamación del cartílago de crecimiento del calcáneo que aparece entre los 8 y los 14 años.
La buena noticia es que no es grave y suele mejorar cuando el hueso termina de madurar. Mientras tanto, reducir el impacto (sin dejar de moverse del todo), estirar gemelos y sóleo y usar calzado acolchado puede marcar la diferencia.
Dolor en la tibia: Osgood-Schlatter

Otro clásico: dolor justo debajo de la rodilla, en ese “bultito” que se nota en la tibia. Se trata de la Enfermedad de Osgood-Schlatter, que también afecta a la placa de crecimiento, esta vez donde se inserta el tendón rotuliano.
Suele aparecer en niños y niñas que practican deportes con mucho salto o carrera (fútbol, baloncesto) y, aunque es molesto, también es autolimitado. El manejo incluye hielo, estiramientos y masajes en el cuádriceps, y ajustar la carga deportiva según el dolor: no se trata de parar del todo, sino de encontrar el punto justo.
Rodillas en alerta: lesiones de ligamento y menisco
En los últimos años, los traumatólogos hemos visto un aumento de las lesiones de rodilla graves en adolescentes, sobre todo en chicas. Factores anatómicos, hormonales y de entrenamiento influyen: pelvis más ancha, cambios en el colágeno y la costumbre de especializarse demasiado pronto en un solo deporte.
Las roturas de ligamento cruzado anterior o de menisco suelen ocurrir tras un giro brusco con el pie fijo: el dolor es inmediato, la rodilla se hincha rápido y puede fallar al apoyar. En estos casos, la valoración médica debe ser urgente, porque muchas veces requieren cirugía y un plan de rehabilitación largo pero eficaz.
¿Y el ejercicio de fuerza? De mito a aliado
Muchos padres siguen pensando que el entrenamiento de fuerza “frena el crecimiento” o “es peligroso” para los niños. La ciencia nos dice lo contrario: bien hecho, es una herramienta de prevención.
Comenzar con ejercicios con el propio peso (flexiones, sentadillas, dominadas) desde los 7-8 años y progresar a cargas ligeras y controladas en la adolescencia ayuda a proteger articulaciones, mejorar el rendimiento y, sobre todo, evitar lesiones en otros deportes.
Cuándo preocuparse: las señales que no debes ignorar
La mayoría de estos dolores son benignos y desaparecen con descanso y buenos hábitos, pero hay situaciones en las que es mejor no esperar:
- Dolor constante que no mejora tras varios días de reposo.
- Dolor que despierta por la noche o impide dormir.
- Hinchazón importante o que aparece de golpe.
- Sensación de que la articulación falla o se bloquea.
- Cojera prolongada o dificultad para caminar.
- Asimetrías visibles en espalda, hombros o caderas.
Si notas alguno de estos signos, es momento de consultar al especialista.
Cómo prevenir y acompañar
La prevención no es prohibir el deporte, sino hacerlo mejor:
- Alternar actividades para no sobrecargar siempre las mismas articulaciones.
- Incluir dos sesiones de fuerza a la semana adaptadas a la edad.
- Priorizar el descanso y el sueño reparador.
- Elegir calzado adecuado y mochilas ligeras (menos del 15% del peso corporal).
- Enseñar a los adolescentes a escuchar su cuerpo: el dolor persistente nunca es “normal”.
Recursos fiables para padres
Para seguir aprendiendo y encontrar información clara y práctica:
- HealthyChildren.org – Deportes e infancia
- OrthoKids.org – Explicaciones sencillas de ortopedia pediátrica
- Faros Sant Joan de Déu – Consejos de salud infantil
- KidsHealth – Lesiones y dolor en niños y adolescentes
En resumen
La adolescencia es un viaje lleno de movimiento y cambios. El dolor en rodillas, talones o espalda es frecuente, pero no siempre es señal de algo grave. Lo importante es saber reconocer los síntomas normales del crecimiento, detectar las señales de alarma y acompañar a nuestros hijos con información y hábitos saludables. Así podrán disfrutar del deporte y llegar a la adultez con un cuerpo fuerte y sano.